Los empleados (2023), de Olga Ravn. (Traducción de Victoria Alonso)
Cuando Buddy (Jack Nicholson) le pide a
Dave (Adam Sandler) que cuente quién es, en el delirante segmento del inicio de
la terapia del filme Locos de ira
(2003), de Peter Segal, Dave lo primero que responde es que trabaja como
asistente ejecutivo de la principal tienda de artículos para mascotas. No
seamos severos con él, pues seguramente cualquiera de nosotros habría
respondido anteponiendo la profesión o el oficio como rasgo identitario por
antonomasia. De allí que esto sea una preocupación nodal en el más reciente
ensayo de Kai-Fu Lee AI 2041: Ten
Visions for Our Future (2021), visto que debemos dar por un hecho que la
era de la inteligencia artificial comportará la pérdida de millones de plazas
de trabajo y hasta el desplazamiento de muchas profesiones. Nos encontramos en
los albores de una revolución que, por contra a la Revolución Industrial,
también implicará la sustitución de labores cognitivas. Esta condición de
animal laborans de nuestra especie es el problema rector de la novela de
ciencia ficción Los empleados, de la
escritora danesa Olga Ravn.
Las
acciones de esta obra nos conducen a una nave espacial en la que seres humanos
y androides deben interactuar en beneficio de la eficiencia productiva. “A
veces mi compañero humano habla de no querer trabajar, y también dice algo muy
raro, totalmente absurdo, sí, ¿cómo es? Dice que <<uno es más que su
trabajo>>, ¿o dice más bien que <<uno no es solo su trabajo?>>
Pero ¿qué otra cosa podrías ser entonces?”, manifiesta uno de los androides del
personal a bordo, cuestionamiento que da cuenta de la falta de alternativas
entre quienes integran la fuerza de trabajo. Olga Ravn opera un regreso a los
orígenes, puesto que, como recordamos, la palabra ‘robot’ proviene de las voces
checas ‘robota’ y ‘rabota’, cuyos significados respectivos son ‘trabajo forzado’
y ‘servidumbre’, tal y como lo dio a conocer el escritor Karel Capek mediante
su pieza teatral R.U.R (Los robots universales de Rossum).
Conocemos
a los personajes y sus acciones gracias a que Ravn acude al formato testimonio
para que tanto trabajadores humanos como androides expresen sus sentimientos y
su percepción del otro esencialmente opuesto, como lo ejemplifica cabalmente el
testimonio 037: “Por eso mismo llevo con orgullo mi condición de ser humano, y
es un honor para mí tener la certeza de mi futura muerte”. Ahora reparemos en
esta valiosa observación de un androide. “A lo mejor son precisamente los
humanos el componente del caos que mantiene vivo el mundo”.
Con
todo y el ambiente de sobrevivencia de los más aptos para el alto rendimiento, hay
momentos en Los empleados que rutilan
con un halo emancipatorio, como este pasaje que nos resulta equiparable al
monólogo del replicante Roy Batty (Rutger Hauer), en el filme Blade Runner (1982), de Ridley Scott:
Respiré profundamente. Conservé el paisaje dentro de mí para siempre. Es en lo único que pienso ahora, aquel día. El día en que experimenté algo que no formaba parte del programa. El día que viví algo que solo me pertenece a mí.
Al terminar este alegato contra el trabajo consumidor de vida que ha imaginado Olga Ravn, me cruza la mente la lección básica de El principito: hay cosas esenciales que al animal laborans se le ha hecho invisible a los ojos.
Novela publicada por Anagrama
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